martes, 20 de octubre de 2015

Por qué una zona de la Patagonia argentina se quedó sin hormigas

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Image captionEl estudio muestra que la reforestación tiene consecuencias imprevistas y por lo tanto debe manejarse con cautela.
Uno de los muchos servicios ambientales que nos prestan los árboles es el de absorber dióxido de carbono de la atmósfera.
Y con la amenaza del calentamiento global generado por la emisión excesiva de gases con efecto invernadero, producto de la actividad humana, plantar árboles parece, a simple vista, una estrategia perfecta.
Más árboles, más absorción de dióxido de carbono, menos calentamiento.
Sin embargo, según demuestra un estudio de un caso emblemático en la Patagonia argentina, si bien reforestar trae ciertos beneficios, puede también acarrear consecuencias indeseadas.
Amy Austin, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad de Buenos Aires, autora principal del estudio, y Adelia González Arzac, bióloga y doctora en Ciencias Agropecuarias, analizaron áreas reforestadas en el sur del país hace 35 años con un tipo de pino originario del oeste de Estados Unidos.
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Image captionEn la Patagonia argentina se han reforestado cerca de 70.000 hectáreas.
Los estudios revelaron un resultado singular: en la zona reforestada con pinos ponderosa ya no quedaban hormigas.
"Yo no quiero decir categóricamente que reforestar sea bueno o malo, pero mi mensaje es que cuando el foco se centra únicamente en la cantidad de carbono que secuestran los ecosistemas, se pierde la perspectiva sobre los efectos colaterales", le explica Austin a BBC Mundo.
Si la idea es plantar bosques con ese fin, es una estrategia que hay que implementar con cuidado, añade la investigadora

Cambios

En el caso de la Patagonia argentina, los programas de reforestación se iniciaron en los años 70.
En ese momento, el Estado alentaba esta actividad con incentivos impositivos, para aumentar la producción de celulosa y papel.
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Image captionLas hojas del pino no se descomponen fácilmente en el suelo.
El pino ponderosa es una especie de gran plasticidad y que crece rápidamente.
En el sur argentino –a pocos kilómetros de San Martín de los Andes, en la provincia de Neuquén– se plantó tanto en lugares áridos cómo húmedos. Y esta suerte de experimento no planificado le permitió a Austin y su equipo estudiar su impacto en los ecosistemas a largo plazo.
"Lo que vimos es que plantar especies exóticas tienen un efecto sobre todos los aspectos del funcionamientos de los ecosistemas", dice la investigadora.
"Vimos cambios en la productividad primaria (es decir en el crecimiento de las plantas nativas), alteraciones en la abundancia de la fauna del suelo, en las redes tróficas, en la descomposición y el reciclaje de carbono, y no sabemos cuáles serán las consecuencias de estos cambios", añade.

Tierra sin hormigas

Lo más notable, le dice a BBC Mundo Arzac, fue la desaparición de las hormigas.
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Image captionEl impacto más fuerte se siente en las áreas que antes no estaban forestadas.
"En las zonas áridas, donde se reeemplazaron estepas por forestaciones, observamos que las comunidades de artrópodos del suelo se empobrecieron".
"Disminuyó abruptamente la abundancia general de estos organismos en las forestaciones y casi desaparecieron algunos grupos particulares como los solífugos, que son artrópodos predadores, y las hormigas"
Esta desaparición es poco común, concuerda Austin: "Con este tipo de plantaciones suelen venir hormigas exóticas que viven con esas especies y acaban invadiendo y dominando la biodiversidad natural".
"Aquí sucedió al revés, pero no sabemos por qué. Puede que haya sido por la sombra que crean los árboles o por los cambios en la química del suelo. Eso es algo que vamos a estudiar", agrega.
¿Por qué importa?
"Las hormigas cumplen funciones claves en los ecosistemas como el reciclaje de nutrientes, afectan la dinámica de la vegetación dispersando las semillas y además regulan e interactúan con otras poblaciones de insectos", señala Arzac.
No obstante, Austin se muestra cuatelosa y califica los efectos como indeseados más que negativos, ya que aún no se ha estudiado en profundidad el verdadero impacto de la reforestación.

Estrategia cuestionable

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Image captionArzac y otros integrantes del equipo en pleno trabajo de campo.
Aunque los árboles analizados por Austin no fueron plantados con la intención de capturar CO2, representan un buen caso de estudio por su antigüedad de casi cuatro décadas, porque cubren un rango variado en términos de precipitaciones, y porque fueron plantados tanto en zonas áridas y despejadas, como los pastizales, así como en lugar de antiguos bosques nativos.
También, porque suelen ser este tipo de especies, que crecen rápido y se adaptan fácilmente, las que se utilizan para crear sumideros de carbono.
En este sentido, Austin pone en tela de juicio la estrategia de reforestación, al menos en el caso patagónico, donde se han reforestado con pinos espacios que naturalmente no tenían árboles.
"Como estrategia de secuestración de carbono no ha sido muy exitosa, por lo menos en este rango de ecosistemas", le explica la investigadora a BBC Mundo.
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Image captionA la hora de reforestar, es importante hacer un balance costo/beneficio.
El problema de los pinos es que sueltan mucha pinocha y estas hojas secas tienen muchos compuestos que no les gustan a los organismos que viven en el suelo.
Así, las hojas tardan mucho en descomponerse e ingresar en la tierra.
Esto significa que no son el mecanismo más eficiente a la hora de secuestrar y almacenar carbono.
Por eso, en la implementación de esta estrategia en la Patagonia, señala Austin, "los costos superan a los beneficios".
Por otra parte, ¿qué ocurriría si estos árboles se talan?
Esta es una pregunta para la que la investigadora no tiene respuesta.
"Aún no sabemos si los ecosistemas podrán regresar a su estado original".

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