“Los niños más pequeños consideran más grave dañar la naturaleza que desobedecer ciertas normas sociales”
El artículo que comparto con ustedes se basa en un estudio llamado “Environmental judgment in early childhood and its relationship with the understanding of the concept of living beings” (Juicio ambiental en la primera infancia y su relación con la comprensión del concepto de los seres vivos) y se basó en entrevistas personales realizadas a 118 niños de ambos sexos, de entre 4 y 7 años, en colegios vizcaínos de Plentzia, Zipiriñe de Sopelana y Elortza de Urduliz.
En las entrevistas en cuestión valuaban, por un lado, la comprensión del concepto de ser vivo y para ello, se exponían fotografías varias de seres vivos (animales y plantas) y también de objetos inertes (nubes, sol, auto, moto), preguntándole a los niños si sabían si el objeto exhibido era un ser vivo, o no.
Por otro lado, se evaluaba el pensamiento ambiental, en base a fotos extraídas de libros infantiles en las que se mostraban tres tipos de comportamientos: a) dos conductas que atentaban contra el bienestar del otro (quitar juguetes a un compañero sin autorización para ello y pegarle a otro niño), b) conductas que incumplen normas sociales pero no afecta al bienestar de otros (hurgarse la nariz y comer con malos modales) y c) dos conductas que influyen al bienestar de las plantas (pisar una flor y escribir en el tronco de un árbol con un objeto cortante).
El estudio que sirve de base fue publicado en la revista científica “SpringerPlus”por José Domingo Villarroel, profesor del Departamento de Didáctica de la Matemática y de las Ciencias Experimentales en la Escuela de Magisterio de Bilbao, quien indica que las conclusiones de su investigación coinciden con los resultados de otros estudios sobre el desarrollo de la conciencia ambiental basada en niños de hasta 8 años que resulta contundente a la hora de asegurar que “Se observa que los niños y niñas pequeños tienden a ver el daño causado a otros seres vivos como conductas más inadecuadas que la desobediencia a normas sociales.”
No puedo obviar reiterar algo que constantemente sostengo y que lo haré hasta el cansancio, que es la importancia de la educación –ambiental en nuestro interés particular- para generar conciencia ambiental como única vía posible a brindar herramientas que nos lleven a accionar pro ambiente.
Dicho ésto y tal lo sostenido en su oportunidad en mi artículo sobre “Educación ambiental para niños”, cuanto por el responsable de este blog, Marcelo, trataré en este artículo de resaltar que efectivamente la conciencia ambiental se desarrolla desde niños, y que, conforme explica el estudio que lo avala y sirvió de fuente, resulta vital la importancia de promover valores ambientales entre los menores -desde muy pequeños- lo cual denota una trascendencia invaluable para el futuro, que logrará que respeten y cuiden la naturaleza cuando sean adultos.
Resultados del estudio
Según este estudio, incluso los niños más pequeños son conscientes acerca de la gravedad de las acciones que dañan a la naturaleza, conducta ésta que resulta independiente del nivel de comprensión que tengan del concepto de ser vivo, cuando se habla de plantas o animales, por ejemplo.
Afirma así que “Aunque los niños más pequeños mostraban dificultades para considerar que las plantas son seres vivos y que objetos móviles como coches y motos no lo son, se descubrió una gran unanimidad entre todos los menores, con independencia de su edad, al considerar como inadecuadas las conductas que dañan a las plantas”, según explica el profesor Villarroel.
Así las cosas, parecería que la comprensión de la importancia del respeto a las plantas es anterior a la propia comprensión de que son seres vivos, conforme surge de las conclusiones principales, lo cual implica, nada más ni nada menos, que la conciencia ambiental se desarrolla indiscutiblemente en edades tempranas.
«Según su autor, la mayoría de los niños y niñas de entre 4 y 7 años considera más incorrecto realizar acciones contra seres vivos como las plantas y los animales que incumplir normas sociales tales como hurgarse la nariz o comer de forma inadecuada»
Todo esto nos lleva a celebrar y alentar la promoción de la educación ambiental, tendiente a inculcar valores y actitudes protectorias o respetuosas con el medio ambiente, ya que, según el autor del estudio sobre el desarrollo de la conciencia ambiental, es ésa la etapa de la vida en la que se arraiga.
No menos importante es tener en cuenta que, más allá del aporte educativo que se brinde en el hogar y en la escuela, el entorno social del menor propicia que éste desarrolle un determinado marco normativo con el que considera desde muy pequeño qué acción está bien y qué acción es incorrecta, conforme apunta asimismo el profesor Villarroel, quien sostiene que “los familiares más cercanos y la escuela delimitan de manera inicial dicho entorno social, pero a medida que el desarrollo avanza, este entorno se amplia e indudablemente debe influir en el desarrollo de los criterios normativos”.
De los resultados del estudio que venimos invocando se puede derivar también que tanto familiares cuanto educadores deben estar atentos para ofrecer a los niños pautas claras, no sólo con palabras sino además con el propio ejemplo, para que éstos puedan elaborar juicios que sean consecuentes con la escala de valores que se desee para ellos. Y, conforme el propio autor para resumir el particular “conviene ser consciente de la importancia de aportar a niños y niñas desde edades tempranas modelos de conducta y criterios relativos a qué está bien y qué mal, también con relación al medio ambiente. Sin duda, la falta de un modelo de conducta será siempre un mal modelo”.
Es por ello que el reto de la educación, ya sea familiar cuanto formal y las propias acciones educativas todas, debería incluir entre sus objetivos promover planes de estudios con determinados valores y actitudes también con relación al medio ambiente, en diferentes materias y en todos los ciclos escolares.
Reflexión personal.-
Poco se puede agregar a este informe ya que entiendo resulta harto claro tanto en su concepción cuanto en su contenido. No obstante, no puedo dejar de reiterar -como lo hago y haré hasta el cansancio- que innegablemente la educación es la herramienta fundamental de crecimiento. Y en nuestro punto de interés la educación ambiental es el único medio que lleva a la conciencia ambiental -valga la redundancia- y aporta las herramientas necesarias para poder constituirnos en hombres y mujeres responsables con el medio que nos rodea. Promoverlas y adquirirlas desde niños, asegurará un futuro mejor y amigable con el entorno.
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