Hace unos días se llevó a cabo en Perú el 7mo. Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental. El mismo finalizó con la creación de la Declaración de Lima, una completa declaratoria con 17 puntos importantes, la cual será presentada a finales del presente año en la Cumbre Mundial de Nayoga (Japón) y en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP-20 (Perú).
La Declaración de Lima busca presentar una propuesta regional que incluya la educación ambiental comunitaria, formal y no formal como respuesta ética ante los problemas socio-ambientales que aquejan a nuestras sociedades actuales, involucrando desafíos importantes como el cambio climático, la gestión de riesgos, la conservación de la biodiversidad, entre otros.
En estos momentos en que el planeta pasa por inmensas crisis ecológicas, no se puede negar la vital importancia que tiene la educación ambiental para consolidar un desarrollo sostenible acorde a principios morales y éticos a fin de modelar y construir sociedades y ciudades más verdes.
Desde siempre, la educación ha estado íntimamente relacionada con los valores morales y la ética, sin embargo como dice Baird Callicott (filósofo ambiental) “la civilización industrial global, con su infinito poder para la destrucción ambiental, ha eclipsado a la ética ambiental que ha prevalecido en el pasado”. Con el paso del tiempo, hemos perdido esa esencia que caracterizaba a nuestros ancestros, esa conexión que teníamos con el entorno. Pensamos hoy día que los recursos naturales y la Tierra como tal, están allí para nosotros y que podemos tomar de ella lo que queramos. Lo cierto es que estamos actuando de una forma desproporcionada, equivocada e insostenible.
Comprender que nosotros los seres humanos, no somos ni podemos considerarnos propietarios, gerentes ni administradores de la Tierra es el primer paso para abrir esa transición hacia una revolución verde, comprendiendo que somos un fundamental complemento en la biósfera del planeta y que al mantenernos en armonía con nuestro entorno, podremos asegurar paz y desarrollo.
Antes de despedirme, quisiera compartir con ustedes algunas de las reflexiones que, a mi parecer son vitales para la transformación de las sociedades actuales. Las mismas fueron propuestas por los ponentes y expositores de este congreso inicialmente mencionado:
- Es imprescindible que trabajemos con los tomadores de decisiones para lograr cambios positivos en nuestro entorno. Ellos necesitan ser concientizados y sensibilizados respecto a temas de interés social.
- Debemos trabajar con las generaciones presentes para hacer transformaciones socio-ambientales. Tenemos 30-40 años trabajando con las generaciones futuras y ya hemos visto cuales son los resultados actuales.
- La crisis actual es de valores y de conocimientos. Nos aproximamos al mundo sin considerar la parte humana. Estamos en una crisis de los modos de comprensión del mundo. La única manera es abrir las vías a la diversidad cultural. Lo que la gente necesita es encontrar modos sostenibles de desarrollo.
- La riqueza de los países está en la vida y en la naturaleza. La educación en las comunidades es clave, por ello, si conseguimos llegarle a la gente podremos conservar los ecosistemas.
- El individualismo y egoísmo, se presentan como valores contra la solidaridad humana. Por eso, conservar los saberes tradicionales es enriquecer, no retroceder al pasado.
- El planeta Tierra está en “cuidados intensivos”, casi próximo a la muerte. Pero tenemos la medicina: la educación ambiental.
- No existe un político que niegue la importancia de la educación ambiental. El problema latente es que muchas veces, los discursos no se transforman en recursos.
- La educación no transforma el mundo, transforma a las personas. Las personas son las que transforman el mundo.
No quiero despedirme sin antes señalar la importancia que tiene la sociedad civil dentro de los procesos educativos ambientales. Cada uno de nosotros tiene en sus manos la oportunidad de promover acciones positivas a favor del entorno y el resto de los seres vivos. No dejemos que estas iniciativas provengan solamente desde los gobiernos e instituciones. Cada ser humano puede incorporar estrategias verdes en su día a día para modificar nuestros estilos de vida y fomentar ese hábito en los demás.
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