sábado, 18 de enero de 2014

Una tercera parte de la humanidad no tiene acceso a inodoros seguros



La vida es otra con un inodoro
Las aguas contaminadas con heces enferman y matan a miles de niños.

sta situación resulta devastadora para la salud y la dignidad de miles de millones de personas.
Aunque este año el número de celulares alcanzará los siete mil millones, suficientes para abarcar casi a la totalidad de la población mundial, paradójicamente 2.500 millones de personas que habitan en las zonas más pobres y marginales del planeta sufren el drama auténtico de no contar con acceso a un inodoro digno.
A buena parte de los pobladores de naciones desarrolladas, y en vías de desarrollo, les cuesta imaginarse cómo es la vida sin un servicio tan básico y cuya presencia es infalible, permanente, para la mayoría. La realidad es que en estos momentos mil millones de seres humanos (25 millones de ellos en América Latina) tienen que lidiar con eso a diario y soportar la indignidad de defecar al aire libre.
Las consecuencias no se quedan ahí. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), que en julio del año pasado estableció la celebración, cada 19 de noviembre, del Día Mundial del Inodoro, estima que cada 20 segundos muere un niño menor de cinco años por enfermedades relacionadas con la falta de un baño, como el cólera, la disentería, el parasitismo y otras infecciones.
El asunto claramente trasciende la comodidad y toca directamente con tópicos esenciales para la existencia humana, como la salvaguarda de la salud, la vida, la seguridad y la dignidad.
Madeleine Miandrivazo, una joven de Madagascar, mamá de dos hijos, lo explica a partir de su propia experiencia. Hasta que su familia contó con la reciente fortuna de que construyeran un retrete junto a su casa, debían desplazarse a un sitio que ella define como "aterrador y sucio", lejos de su hogar.
"A ese lugar teníamos que ir siempre acompañados por amigos, porque hay hombres desagradables, que abusan de las mujeres cuando acuden solas", cuenta Madeleine, quien dice que el tiempo que gastaba desplazándose todos los días, lo invierte ahora en la crianza y cuidado de sus hijos y en el mantenimiento de la casa. "Mi mente está en paz -afirma-. El futuro se vuelve brillante cuando se tiene un inodoro".
Así de simple, en el acceso a un servicio esencial que se volvió paisaje para tantas personas, está para Madeleine la diferencia entre la miseria y la felicidad.
Y es que si bien la imposibilidad de acceder a los llamados sistemas de saneamiento mejorados (es decir, a inodoros conectados a sistemas de alcantarillado adecuados) es un problema grave para cualquier persona, llega a ser trágico cuando se trata de una niña o de una mujer.
La mozambiqueña Sandimhia Renato, de 18 años, tiene que caminar 15 minutos entre arbustos cada vez que necesita defecar. "A veces me avergüenzo y me devuelvo… A veces espero hasta que oscurezca para que nadie me vea, pero por la noche es muy peligroso, porque matan a gente. Una mujer y un niño fueron asesinados con cuchillos. Sé de una mujer que fue violada", cuenta ella.
Mucho peor para ellas
La ONG Water Aid presentó, hace un par de meses, una investigación que se centró en la distribución de agua potable y servicios de saneamiento en el África subsahariana, que concluyó que 297 millones de mujeres de esa región no tienen acceso a inodoros que cumplan con los estándares mínimos de seguridad e higiene; otros 107 millones simplemente no cuentan con ningún tipo de baño.
Para Barbara Frost, directora de esta organización, se trata de un asunto grave: "Cuando las mujeres no tienen un sitio privado, limpio y seguro, quedan en una situación vulnerable. Y cuando hacen sus necesidades en un espacio abierto, se arriesgan a que las acosen".
La falta de baños también es un factor determinante de abandono escolar entre las niñas, sobre todo en la pubertad; los riesgos y problemas que normalmente enfrentan se acrecientan durante la menstruación. Ya que el colegio no les ofrece un sitio seguro y privado para cuidar su higiene, ellas se abstienen de ir a clases durante esos días. Algunas simplemente desisten, definitivamente.
No se trata de datos anecdóticos. De acuerdo con la Unicef, la deserción escolar de estas adolescentes se reduce hasta en un 15 por ciento cuando tienen acceso a servicios de esta clase en las escuelas.
Teófilo Monteiro, asesor de desarrollo sostenible y salud ambiental de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Colombia, insiste en que contar con un baño sanitariamente seguro y adecuado es fundamental para la salud, el bienestar y la erradicación de la pobreza. "No se conseguirá acabarla o reducirla a gran escala mientras millones de personas sigan sin acceso a agua potable y tantos miles de millones vivan en ambientes contaminados por las heces", dice Monteiro.
De la pobreza a la riqueza
Los baños constituyen una de las medidas más costoefectivas en materia de salud pública y desarrollo. De acuerdo con el Banco Mundial, por cada dólar invertido en sanitarios óptimos se reportan hasta cinco dólares en beneficios, toda vez que ayudan a mantener a la población sana y productiva.
En términos económicos, las deficiencias en saneamiento básico (disponibilidad de excretas, alcantarillado y de agua potable) y la falta de baños les cuestan a los países en desarrollo alrededor de 300 mil millones de dólares al año. En otras palabras, el 1,5 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB).
"Aun así -señala Alberto Rizo, expresidente de la Academia Nacional de Salud Pública- el mundo prefiere gasta dinero a manos llenas en el mejoramiento de dispositivos tecnológicos y costosos fármacos para tratar las infecciones que podrían prevenirse con la disponibilidad de baños, agua potable y saneamiento básico".
En algunas naciones, como Sudán del Sur, el tema brilla por su ausencia en las políticas públicas; no en vano solo nueve de cada 100 de sus habitantes cuenta con un sanitario adecuado.
En otros, como la India, donde solo el 35 por ciento de la población tiene acceso a baños, las dimensiones del problema han llevado al propio Banco Mundial a tomar cartas en el asunto. De hecho, hoy apoya una iniciativa gubernamental que para esta parte del planeta es, a todas luces, pintoresca:obligar a que la dote de los novios próximos a casarse, incluya un inodoro.
A cielo abierto
Otra tragedia de la que no se habla, y que afecta a ricos y a pobres por igual, es el impacto ambiental de los desechos humanos, incluidos los lodos fecales colectados por letrinas que no se transportan a plantas de tratamiento y son vertidos principalmente en corrientes de agua.
Estos, que se suman a la filtración permanente de desechos a las corrientes de aguas subterráneas, completan cientos de millones de toneladas métricas de desechos que se vierten a aguas continentales cada año.
Solo el sudeste asiático aporta 13 millones de toneladas métricas de heces, 122 millones de metros cúbicos de orina y 11 mil metros cúbicos de aguas grises cada año. Hoy 245 mil kilómetros de entorno marino son zonas acuáticas muertas, que por su baja carga de oxígeno son incompatibles con la vida. Y sigue creciendo.

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