El potasio está en la ceniza. / JAMES KENNEDY - MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
Los huevos que comes tienen ácido octadecadienoico. Los plátanos, E-306 (tocoferol). Los arándanos, hexanal, alfa-terpinaol, benzaldehído y hasta etil-3-metilbutanoato. ¿Vas a morir pronto por intoxicarte con estos malignos compuestos? Por desgracia para tus enemigos, no. Todos esos ingredientes de nombres rarunos, y muchísimos otros más, no son aditivos o conservantes añadidos a tan cotidianos alimentos, sino que están presentes en ejemplares 100% naturales de los mismos. Son parte de ellos, porque las frutas y los huevos son química. De hecho, todo lo que comemos y lo que somos, venga de donde venga, es química.
Ésta es la idea no por obvia menos provocadora que James Kennedy, un profesor británico de dicha disciplina residente en Melbourne (Australia), quería transmitir a sus alumnos de química orgánica. Para lograrlo, se le ocurrió la idea de crear unos pósters que describieran todos los ingredientes de alimentos tan inocentes como un plátano o un kiwi. Investigó sus componentes en estudios nutricionales; sus colores y conservantes naturales, en viejos manuales de botánica, y sus sabores, en análisis espectroscópicos de los aromas. Con toda la información, elaboró unos listados de elementos que ni las Panteras Rosas y los Cheetos juntos, los puso debajo de las fotos de los alimentos "totalmente naturales" y colgó las imágenes en su blog a finales de diciembre.
A pesar de no ser los primeros -ya se había hecho algo similar con una manzana desde una escuela de química de Glasgow-, los carteles han alcanzado una importante difusión viral en internet y merecido artículos tanto en blogs como en diarios grandes. Primero, porque resultan curiosos, y segundo, porque inciden en una cuestión candente en la alimentación contemporánea: la quimiofobia. "Quería combatir el miedo que tiene mucha gente a los productos químicos", ha declarado Kennedy al New York Times, y demostrar que la naturaleza produce compuestos, mecanismos y estructuras mucho más complejas e impredecibles que nada que podamos producir en un laboratorio".
El geraniol mola. / JAMES KENNEDY - MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
Kennedy cree que, injustamente, muchas personas asocian química con "pesticidas, venenos, drogas o explosivos". ¿Pero pueden ser realmente efectivos sus pósters en la lucha contra la quimiofobia? "Depende", asegura Mauricio-José Schwarz, divulgador científico y colaborador de la revista Naukas. "Los que ya han decidido que 'lo químico' es malo sin saber qué es lo químico están más allá de la razón. Cuando publicamos los carteles, alguno dijo que demostraban 'toda la química horrible que le añaden a los alimentos naturales, que de otro modo no tendrían números E y esas cosas'. Vamos, es inútil. Pero sí puede servir para que muchas personas, en especial los jóvenes, tengan elementos para dudar de las afirmaciones más delirantes de los quimiofóbicos e interesarse por la química como una ciencia apasionante. Me recuerda el impacto de la petición para prohibir el dihidróxido de oxígeno que firmaron muchísimas personas sin darse cuenta de que esa sustancia era... el agua".
Schwarz, autor de las traducciones al castellano de los carteles que podéis ver en esta entrada, cree que las descripciones de los mismos son fiables. "Claro que ningún porcentaje es exacto y puede haber variaciones y pequeñas cantidades de otros ingredientes de plátano a plátano, sobre todo si son de distintas variedades o cultivos. Pero en la medida de lo razonable, los carteles son un retrato científicamente fiel de cada sujeto".
Un poco más crítico, aunque también favorable, se muestra José Manuel López Nicolás,profesor de bioquímica de la Universidad de Murcia que también dedicó una entrada al asunto en su blog Scientia. "En el caso del huevo hay errores en los triglicéridos, en los porcentajes de ácidos grasos y en los los carbohidratos. Los carteles son muy mejorables, pero válidos por la idea de fondo que quieren enviar: los alimentos naturales (concepto que no me gusta nada) están formados de innumerables compuestos químicos... lo que reafirma mi idea que separar 'lo químico' de 'lo natural' es absurdo".
E941 es nitrógeno; E948, oxígeno, y E290, argón. / JAMES KENNEDY - MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
La quimiofobia azota especialmente el mundo de la alimentación, con cientos de páginas en internet denunciando los supuestos peligros de determinados ingredientes desde posiciones naturalistas y alternativas. "El miedo vende mucho más que el rigor científico", se lamenta López Nicolás. "Además, la poca educación nutricional de la sociedad da alas a la quimiofobia". En efecto, más de uno se asustaría al decirle que buena parte de lo que come contiene un potenciador de sabor llamado cloruro sódico o un conservante con la fórmula C12H22O11. También conocidos como sal y azúcar.
Ahora bien, ¿podría estar justificado de alguna manera el recelo hacia el abuso de ciertos productos químicos en la alimentación? "Por supuesto", reconoce Schwarz. "Pero la única forma de saberlo es, precisamente, la ciencia. Son los que estudian los compuestos y su efecto en los seres vivos quienes determinan qué sustancias podemos consumir y en qué cantidad, o si no deben siquiera consumirse. Toda sustancia puede ser perjudicial a determinadas cantidades: tomarte 6 litros de agua en un par de horas te puede matar por una intoxicación de agua llamada hiponatremia. Y ése es el error de muchos quimiofóbicos: temer los daños de alguna sustancia sin saber cuál es la dosis segura. Los promotores de la quimiofobia y de la cienciofobia en general no atienden a estudios, salvo si alguno parece darles la razón".
Camisetas 100% naturales. / JAMES KENNEDY CLOTHING
José Manuel López-Nicolas incide en la responsabilidad de la industria alimentaria en la difusión de la quimiofobia, al utilizar reclamos como el "100% natural" del famoso pan Bimbo de Punset. "Lo natural' es una moda y la mejor manera de fomentar esa moda es atacando a su en teoría antónimo: lo químico. Términos como 'sin conservantes' no tienen como objetivo informarnos sobre la composición de un producto, sino mandar el mensaje subliminal de que en el caso de tener esos conservantes podría haber algún riesgo para la salud. Inconcebible".
Quizá los pósters de Kennedy sirvan para luchar contra el miedo irracional a la química. También ayudaría entender nuestras cocinas como pequeños laboratorios donde practicamos esta disciplina sin ser muy conscientes de ello. "Hay divulgadores de la química que usan la cocina para demostrar distintos procesos, desde la simple disolución de azúcar en agua hasta la acción de catalizadores (como las levaduras) y diversas reacciones", señala Schwarz. "En la cocina enfrentamos grandes preguntas como por qué no se puede desfreír un huevo o por qué nos resulta más fácil digerir la comida cocinada que cruda, que nos hablan de química y hasta de la evolución de nuestra especie. La cocina es una de las actividades que nos acerca más a la química cotidianamente, y nos recuerda que todo el universo está hecho de sustancias químicas y energía... y nada más. Lo único que hay 'sin químicos' es el vacío absoluto".
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