Las claves para una alimentación sostenible: reducir la cantidad de carne en la dieta, consumir productos locales y preferiblemente ecológicos
Cuando se trata de comer el español se olvida de conciencia ecológica. Así lo reveló un estudio de la Fundación BBVA el pasado agosto. Cada vez se recicla y reutiliza más, la bici le gana terreno al coche y las empresas, por imagen y presión social, van introduciendo prácticas medioambientalmente responsables. Pero en la mesa suspendemos: persisten los hábitos de comer mucha carne, así como frutas y verduras cultivadas con pesticidas. Esta asignatura pendiente, sin embargo, se puede aprobar y son cada vez más los que cuidan que su cesta de la compra sea respetuosa con el medio ambiente.
Las claves para una dieta que, además de saludable, sea sostenible son: consumir menos carne, productos locales y de temporada en general, preferiblemente ecológicos (cuya principal característica es que no utilizan pesticidas y los abonos son naturales y reciclados) y frescos, mejor que envasados, para no generar deshechos.
“Son unos hábitos que deberíamos tener en cuenta todos los consumidores”, considera Blanca Ruibal, coordinadora de agricultura y alimentación de Amigos de la Tierra. Esta organización ha elaborado varios informes, junto con las universidades de Vigo y Sevilla, en los que calculan las emisiones de CO2 debido al transporte de los productos importados. Una contaminación “inmensa”, según Ruibal, que se puede reducir con la compra de proximidad.
Las claves para una dieta sostenible
- Alimentos de productores locales: se reduce la contaminación generada por el transporte de los productos.
- Reducir el consumo de carne: la producción de carne requiere de mayor cantidad recursos, por ejemplo, de agua. Según datos de la ONU, hacen falta 7.000 litros de agua, frente a los 3.000 para un kilogramo de arroz.
- Adquirir alimentos ecológicos: la agricultura y producción ecológica asegura, entre otros, aspectos, que no se han utilizado pesticidas.
- Comprar frescos frente a envasados. Las bandejas, plásticos y embalajes son un desperdicio que perjudica el medio ambiente y se puede reducir.
Según los últimos datos del estudio Alimentos kilométricos, en 2011 se importaron 27.497 toneladas de alimentos, la mayoría por vía marítima y carretera, con lo que se generaron 6.223 toneladas de CO2. Esta huella de carbono no se puede eliminar totalmente porque “hay alimentos que hay que traer de fuera y todo consumo tiene un coste medioambiental”, reconoce Ruibal, pero se puede minimizar. En este sentido, lo sostenible es adquirir productos locales y toman fuerza algunas iniciativas para que este tipo de compra sea posible, desde los grupos de consumo, las páginas web y supermercados que venden “lo de aquí al lado”, hasta crear un huerto propio.
A Tiziana T. siempre le han preocupado su alimentación y el medio ambiente. Harta de que la fruta y verdura que compraba en el supermercado no supiera “a nada”, acudió a los pequeños comercios de su barrio en Madrid, pero tampoco le convencían. “Tenían lo mismo y las tiendas de productos biológicos eran muy caras”, recuerda. Por eso, buscó en Internet grupos de consumo en la capital que compraran directamente al agricultor. “Hay muchos, cada vez más”, indica. Así fue como empezó a consumir hortalizas que recogía cada 15 días en una cesta que le costaba 16 euros. “Merece la pena. Aunque en invierno comes mucha coliflor”, bromea.
Este tipo de consumo de proximidad está muy relacionado con comprar productos de temporada. “Dependes de lo que da la tierra”, apunta Marta Bobo de Inés, que forma parte de una cooperativa que gestiona unas tierras cedidas por lugareños de Perales de Tajuña para el autoconsumo de los cooperativistas. Su producción no solo es respetuosa porque por cercanía evitan las emisiones de CO2 del transporte, sino que además no utilizan pesticidas y el abono es “casero”, explica Bobo. Esta abogada madrileña reconoce que aun compra cebolla en el supermercado –“me gustan mucho”, justifica— pero tiene muchas dificultades para identificar su procedencia. “A veces te dicen dónde han sido envasadas, pero no de dónde vienen. Me vuelvo loca”, se queja.
En el mundo global, en el que los productos van y vienen, es difícil identificar qué productos son de temporada. La procedencia de los mismos, en la etiqueta o en el cartel de la frutería puede dar una idea, pero no siempre. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), tiene en su página web un calendario de frutas y verduras que incluye información nutricional sobre cada variedad.
La preocupación por minimizar la huella de CO2 de lo que llega al plato va calando en los consumidores y con ello, también en los comercios grandes y pequeños. La cadena de supermercados Bon Preu, con 150 establecimientos en Cataluña, ha incorporado a sus lineales productos con el distintivo “kilómetro 0. Producidos, transformados y comercializados en un entorno próximo, dando apoyo a un modelo de producción sostenible y local”, explica su página web. En esa comunidad también distribuye la tienda online km-o.cat, que vende “productos de proximidad directamente del productor”.
Esta tendencia todavía incipiente en España está más arraigada en otros países, donde además, según el informe de FBBVA, tienen una mayor conciencia ecológica en la mesa, como Gran Bretaña. En ese país algunas marcas comenzaron en 2006 a indicar en sus etiquetas la huella de carbono, una información que les proporcionaba la ONGCarbon Trust, dando al comprador la posibilidad de elegir la opción menos dañina. Según sus datos, en 2010, un 90% de los hogares británicos compraron productos con este etiquetado.
Pero los alimentos no solo son sostenibles cuando se evita el transporte. Otros factores que influyen son la cantidad de superficie o el agua que necesitan para su producción. Así, por ejemplo, una dieta responsable pasa por consumir menos carne.
Hacen falta 7.000 litros de agua para producir un filete de ternera, una cantidad muy elevada si se tiene en cuenta que un kilogramo de arroz requiere de entre 1.000 y 3.000 litros. Estos datos los daba la ONU con motivo del Día Mundial del Agua el pasado 2012, y llamaba a un consumo responsable de alimentos. “También es necesaria una extensión de terreno muy grande y la cantidad de ganado que hay en Europa necesita que importemos el pienso porque no producimos suficiente para todo el que tenemos”, alerta Ruibal.
Para los amantes de la carne que no están dispuestos a renunciar a su consumo, Ruibal sugiere que al menos sea ecológica. “Te asegura que los animales han comido del campo y no piensos importados, con las emisiones que eso supone”, apunta la experta.
La agricultura ecológica ha experimentado un aumento en los últimos años. El número de explotaciones ganaderas de este tipo (6.263) aumentaron en 2012 un 3% respecto al año anterior. En cuanto a la agricultura ecológica, el crecimiento fue del 11.63%. En total se registraron 4.127 industrias, de las que 3.361 estaban relacionadas con la producción vegetal y 766 con la animal. Todo, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, que ha publicado con motivo de la celebración de la Semana de los Alimentos Ecológicos que comenzó el pasado lunes.
“En todo el proceso de producción se utilizan menos sustancias artificiales y menos energía”, defiende Víctor Gonzálvez, coordinador técnico de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (Seae). Para corroborar que un producto cumple con estos requisitos y obtener la categoría (y sello) de ecológico “hay más inspectores en el campo”, añade. Gonzálvez celebra el crecimiento que está experimentando el sector en España, pero matiza que no es el que quisieran. “Es menor que en Europa”, lamenta. Los datos del estudio de FBBVA sobre hábitos ecológicos entre los europeos lo constata: a la pregunta de "compra frutas y verduras cultivadas sin pesticidas o fertilizantes artificiales", solo un 15,2% de los españoles respondió que "bastantes veces o siempre". Este porcentaje fue el más bajo de todos los países. La media europea fue de un 42,4 %.
Estos hábitos de compra requieren, no obstante, una vuelta a la cocina. La elaboración casera de recetas con productos frescos hace necesario que el consumidor pase un tiempo ante los fogones. Si bien, esto implica otra ventaja 'verde' frente a los platos precocinados: se evitan envases. Y con ellos, se generan menos desperdicios.
También cuando se sale a comer fuera se pueden buscar opciones sostenibles. La red de restaurantes ‘Kilómetro cero’ asegura cumplir unos requisitos mínimos de respeto al medio ambiente. Para que un establecimiento pueda entrar en esta guía “deberá tener, por lo menos cinco platos “kilómetro 0” (elaborados con productos locales) durante todo el año”, explica Slow Food España, promotora de la iniciativa, en su página web. “Deberá comprar, como mínimo, a cinco productores de tipología diferente, que estén establecidos a menos de 100 kilómetros del restaurante. Como mínimo, uno de éstos deberá producir verduras”, añade.
Con tantas opciones es cada vez más fácil llevar un poco de ecología a la mesa, dentro o fuera de casa.
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