Ramón Morillo - Una corrida de toros siempre ha sido
considerada como un arte, pero en sí es un espectáculo muy diferente a todos
los demás, regido por unas pautas que siempre se repiten y que prácticamente lo
convierten en un rito aplaudido y vitoreado por espectadores versados o no.
¿Pero realmente es un arte las corridas de toros?
¡Pareciera que no! A no ser que consideremos un arte a la tortura. Y es que
según referencias de personas entendidas en la materia, el principal actor de
la película, el toro, es sometido a un suplicio, cuando de verdaderas corridas
hablamos.
Martirio que comienza con un encierro a oscuras del
animal, al cual previamente se le han recortado los cuernos para proteger al
torero, presuntamente es golpeado en los testículos y riñones, al igual que le
inducen diarrea con la intención de que llegue al ruedo desorientado y débil y
con la condición natural alterada que en vez de atacar lo que le provoca es
huir. Y es que al pobre toro de complemento al tormento, supuestamente le cuelgan peso en el
cuello para bajárselo y se le aplica en los ojos y en las patas una sustancia
que le produce molestias, dificultándole aún más la visión y sus normales movimientos.
Les digo que esto me lo contaron y créanme, pone los
pelos de punta este lado oculto del espectáculo taurino, pues el lado visible
del mismo se pone de manifiesto al momento de producirse la lidia, donde lo
innegable es el dolor, el sufrimiento que padece el toro, que comienza con el
trabajo del picador que consiste en clavarle una lanza en el lomo que lacera
los músculos y lesiona los nervios y vasos sanguíneos. Esta "expresión
artística" se hace en tres actos para "un mayor disfrute de la afición"
que "goza" al ver teñido de rojo el espinazo del pobre animal.
Sangramiento que prosigue con la colocación de las
banderillas en el mismo lugar dañado por el metal de la lanza del picador,
prolongando la hemorragia y la profundización de las heridas, que sumado a
todas esas acciones escondidas a que ha sido sometido, preparan la escena para
que "envalentonado" el torero reciba el aplauso del público después
de un "pase" artístico, presumiéndose y echando pecho afuera al
retirarse sin peligro alguno del toro, que sometido a toda esta tortura se
encuentra exhausto, confundido y casi moribundo.
He aquí el momento justo de la celebración del arrojo
y el machismo, para que el torero entre con capote y espada en mano y, penetre
al toro en tan estado lastimero destrozándole órganos vitales como el hígado o
los pulmones, cuando no desgarra con una sola estocada la gran arteria, y se
pensara que hasta aquí llega el animal ahogándose en su propia sangre, pero no
es así, muchas veces el sacrificio continua, cuando en un intento desesperado
por sobrevivir, se resiste a caer y trata de buscar una salida a tanto maltrato
y dolor, entonces es apuñalado en la nuca y en muchos casos no suele morir de
una vez por su fortaleza y, es rematado con la puntilla seccionándole la médula
espinal para finalmente caer en tierra y posteriormente ser arrastrado fuera
del ruedo todavía vivo al final del horror a que ha sido sometido.
Pero quiérase decir
cualquier cosa de las corridas de toros, éstas dependerán de los intereses
económicos, del apoyo de los pueblos, del respaldo que le den los medios de
comunicación y del soporte que le brinden instituciones públicas y privadas que
por mucho tiempo las han justificado y conservado política y monetariamente,
permitiendo la implantación de las mismas en las "fiestas" y
"grandes ferias" en poblaciones importantes no sólo de Venezuela,
sino de muchas partes del mundo, que legitiman activa o pasivamente la
violencia y condicionan e hipotecan el presente y el futuro de la humanidad.
¿Será posible entonces,
que un espectáculo tildado de inhumano y obsceno haya soportado siglos? No soy
yo quien tiene la respuesta, acaso la visión general recogida de conocedores
taurinos, que dejan ver que las corridas de toros en el fondo representan la
fiereza humana vertida de sangre, siempre sangre y más sangre, que endurece el
corazón y destierran la sensibilidad por las despiadadas y crueles formas de
manejar la fiesta taurina.
Se puede hablar mucho
sobre la tauromaquia. Siempre provocará pasiones y controversias.
Constantemente es amada por aficionados y odiada por censuradores, pero por
encima de todos, aún con el pasar del tiempo y la llegada de novedosas
diversiones, ha persistido y perdurará para regocijo de su público." /Diario
El Tiempo de Venezuela/
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