lunes, 16 de enero de 2017

Pekín, la ciudad donde no puedes escaparte de la contaminación ni siquiera dentro de tu casa


Hombre mirando la nube de contaminación en Pekín.Derechos de autor de la imagenAFP
Image captionLa contaminación encuentra la manera de meterse dentro de los edificios.
La capital de China es notoria por la contaminación crónica del aire. Tal es el nivel de polución que incluso dentro de la casa resulta casi imposible mantener el aire limpio.
Después de haber sellado con cinta casi todas mis ventanas, empecé a hacer lo mismo con las salidas de ventilación del aire acondicionado.
El objetivo es simple: cerrar todos los puntos de acceso por los que el aire tóxico se cuela dentro de nuestra casa en Pekín.
Incluso nuestras ventanas de doble vidrio no sirven para evitar la entrada del humo.
Las partículas más dañinas -aquellas que tienen un diámetro menor de 2,5 milésimas de milímetro y que se conocen como PM2,5- encuentran la manera de filtrarse por los resquicios diminutos que quedan en las ventanas aunque estén cerradas.
Por eso, la única solución es usar cinta adhesiva.
Parece como si estuviésemos dentro de una de esas películas de las campañas de información gubernamentales de los años 70 sobre cómo sobrevivir un holocausto nuclear.
Sólo que no se trata de radiación lo que estamos tratando de evitar, sino las consecuencias de los combustibles fósiles.

Sala de máquinas

El dispositivo más útil de nuestro armamento es un monitor de PM2,5.
Tenemos dos -uno arriba y otro abajo- que miramos frecuentemente. Fue su llegada lo que nos llevó a cubrir las ventanas frenéticamente con cinta.
Joven con máscaraDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLas máscaras se han vuelto un elemento esencial para salir a la calle.
Cuando primero llegué a China, hace cinco años, no había forma de monitorear la calidad del aire en nuestra casa.
Como todos los demás, confiábamos con fe ciega que nuestros purificadores de aire estaban resolviendo la situación.
Ahora nos damos cuenta de que no es así. Incluso ahora, en los días de contaminación elevada, tenemos dificultades para reducir los niveles de PM2,5 por debajo de los 25 microgramos por metro cúbico, el máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
Y eso es con múltiples purificadores de aire funcionando al máximo. Estas máquinas se encuentran en la esquina de cada sala -en algunas hay dos- y el ruido que hacen todas juntas nos da la sensación de estar viviendo en una sala de máquinas o en un avión de carga.

Bajo arresto

El problema de la contaminación del aire en china es tan severo que sus efectos se miden en más de un millón de muertes prematuras al añoyen la reducción marcada de la esperanza de vida -en promedio son más de cinco años- en las regiones más afectadas.
Pekín desde el aireDerechos de autor de la imagenJIM SCIUTTO
Image captionAsí se ve Pekín desde el aire.
En las últimas semanas, un período en que la contaminación fue particularmente aguda y prolongada, la calidad promedio del aire en Pekín ha estado por encima de los 200 microgramos de partículas PM2,5 por metro cúbico, varias veces el límite máximo de seguridad del aire.
En los peores momentos, ha sido como vivir bajo arresto domiciliario, nuestros hijos encerrados durante días en nuestra pequeña casa donde el ruido es ensordecedor, pero donde al menos el aire es respirable.
Y en China, el tema domina las redes sociales. La gente corrobora la calidad del aire con aplicaciones en sus teléfonos móviles.
Un grupo de madres en Pekín, armadas con sus propios medidores de partículas PM2,5, ha estado recorriendo la ciudad en busca de centros comerciales o cafés donde se filtra el aire para compartir esta información en las redes.

Peor que Londres en los 50

Es cierto que nuestra dependencia del petróleo y carbón es anterior al crecimiento económico de China. Pero el gigante asiático presenta un panorama de degradación ambiental que supera con creces al de Londres o Manchester cuando estaban cubiertos de niebla y hollín en los años 50.
PekínDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionAunque muchos tienen conciencia del problema, no tienen los medios para hacer algo al respecto. Los filtros de un purificador por ejemplo, cuestan cerca de US$120 y hace falta cambiarlos cada seis meses.
Durante la mayor parte de este mes, la nube de aire tóxico sobre este país se ha extendido miles de kilómetros.
Esta nube gigantesca, formada por el hollín de las centrales eléctricas alimentadas por carbón y de los caños de escape de los autos, llena los pulmones de millones de personas.
Si bien hay más conciencia sobre el problema y eso hace que muchos estén tomando medidas para proteger su salud, muchos otros no están bien informados sobre el peligro que representa o no tienen los medios para hacer algo al respecto.
Un set de filtros para un sólo purificador de aire puede llegar a costar US$120 o más y deben cambiarse cada seis meses.

Combinación perfecta

El problema, por supuesto, no es solo responsabilidad de China.
Los teléfonos inteligentes, las computadoras, los televisores, los jeans y los zapatos que han estado produciendo las fábricas chinas en las últimas décadas son baratos en parte, al menos, porque que están hechos sin tomar precauciones sobre el medioambiente.
Los intereses de quienes tienen dinero y la élite comunista china que puede actuar sin rendir cuentas a nadie se han combinado de forma perfecta.
PekinDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa mayoría de los días en Pekín son cómo el que vemos en la foto. Muy pocas veces el cielo se ve azul.
Occidente obtiene bienes baratos y China se hace rica sin los inconvenientes del escrutinio de un organismo independiente, la regulación o la supervisión democrática de otros mercados.
El verdadero costo se mide en los números que muestras mi monitor de contaminación, y el peso recae desproporcionadamente sobre los ciudadanos chinos.
Después de que desarticularon una rara protesta contra la contaminación en la ciudad de Chengdu, en el centro de China, uno bloguero se atrevió a hablar en favor de los manifestantes.
La policía, decía el blog, debería tener en cuenta de que las élites cuyos intereses protegen han enviado a sus familias a respirar aire limpio en el extranjero.
Lo detuvieron de inmediato.

viernes, 6 de enero de 2017

Muebles, televisores, cocinas: lo que la basura de Nueva York me ha mostrado sobre la cultura de derroche de EE.UU.


Dos hombres depositan un archivador en un camión de basura en Nueva York.
Image captionLos camiones de la basura trituran todo...hasta los muebles de oficina.

Apenas me mudé con mi familia de Río de Janeiro a New York unos meses atrás, mi hijo de siete años me sorprendió con una pregunta caminando por Manhattan: "¿Por qué los pobres acá son más ricos?"
Traté de explicarle que los pobres son pobres en cualquier lugar, porque les falta lo básico que necesitamos para vivir, como comida o techo.
Pero él replicó que un mendigo que acabábamos de cruzarnos en Midtown vestía tenis, jeans y "hasta un cinturón", mientras en Río solía ver pobres descalzos y en harapos.
Entonces percibí que era hora de que habláramos también de la contracara de la pobreza: la opulencia y la cultura de consumo y derroche que caracteriza a la Gran Manzana, quizá como ninguna otra ciudad en el mundo.

Más caro repararlo que comprarlo

El lujo y la basura suelen ir de la mano en Nueva York.

Estufas en las calles de Nueva York
Image captionEn las calles de Nueva York se pueden encontrar electrodomésticos en buen estado esperando al camión de la basura.

Algunas zonas comerciales o residenciales caras de Manhattan se erigen básicamente sobre desechos: una porción de la isla son ampliaciones artificiales, que se lograron tirando escombros y desperdicios donde había agua.
Actualmente en Nueva York se generan más de 14 millones de toneladas de basura por año, según datos oficiales de la ciudad, considerada una de las más fecundas del planeta también en este sentido.
La cuestión es que mucho de eso que acaba en vertederos o plantas de reciclaje podría aprovecharse perfectamente.
En las calles de Nueva York he visto en la basura sofás, sillas, camas, colchones, cómodas, televisores, cocinas, microondas, aparatos para hacer ejercicios, persianas, fotografías enmarcadas…
Todo lucía en muy buen estado. A veces, impecable.

Una silla en medio de una acera llena de nieve en Nueva YorkImage copyrightGETTY IMAGES
Image captionMás de un residente de Nueva York se encuentra con piezas de mobiliario en la acera que luego terminan en la sala de su casa.

Nunca probé si los electrodomésticos funcionaban, pero sospecho que en América Latina habrían sabido darles uso.
En cambio, nada de eso fue considerado valioso en esta ciudad de consumo frenético, donde intentan venderte algo a cada instante y mandar a reparar un producto suele ser más caro que comprar otro nuevo.

"Nos pagan para botar"

"Mira, esta silla en Colombia está buena", me dijo hace poco un colombiano empleado de una empresa privada de recolección de residuos en Nueva York, alzando una impecable butaca de escritorio.
"Pero (en) este país, la malgastan", agregó mientras la tiraba a un camión que trituraba todo sin piedad, como si estuviera hambriento.

Una máquina de hacer ejercicio en la basura en Nueva York
Image captionLos desperdicios de unos pueden ser el tesoro de otros en la ciudad de Nueva York.

Luego lanzó más sillas, estanterías, cajoneras de madera y de metal, y hasta una caja fuerte: pertenencias de una empresa financiera que simplemente decidió cambiar el mobiliario.
Le pregunté al colombiano, que evitó dar su nombre porque no estaba autorizado por su empresa a hablar con periodistas, si no podían aprovechar mejor aquello.
Me respondió que les "pagan para botar".
Luego me contó una anécdota del día en que cargaba el camión de basura con objetos del lujoso y emblemático Plaza Hotel de Manhattan.
"Pasó uno y le gustó una lámpara que estaba botando. Le dije que se la quedara", relató.
Pero un guardia del hotel detuvo al transeúnte 15 metros más allá y le interrogó a dónde iba con esa lámpara, que arrebató de sus manos.
"El guardia dijo que era propiedad del hotel: se podía tirar a la basura, sí, pero si se lo llevaba alguien era robo", recordó.

Monumento a la basura

Recoger objetos de la basura puede estar mal visto en Nueva York, pero confieso que yo mismo lo he hecho.
Lo hice por ejemplo el día que encontré por azar cajas repletas de libros en la acera, listas para que se las llevara el basurero.

Muebles que botaron en las calles de Nueva York
Image captionEn Nueva York se generan más de 14 millones de toneladas de basura al año.

Hurgué y descubrí algunos tesoros: una recopilación de historias de la ciudad publicadas por la revista The New Yorker, una crónica de Javier Moro sobre el emperador independentista Pedro I de Brasil, un estudio de Pavel Gregoric sobre Aristóteles y el sentido común…
Me fui cargando cuantos libros pude. Me pregunté quién los habría descartado. Y deseé que alguien más pudiera aprovechar los que quedaron. Pero esta esperanza se esfumó instantes después, con un diluvio que cayó y los arruinó.
He conocido otras personas que me contaron sin rubor sobre objetos que han recogido de la basura neoyorquina, como una francesa que cargó una bonita silla de madera hasta su apartamento, en una zona exclusiva de la ciudad.
También hay algunos esfuerzos para reducir el derroche en un país rico pero con unos 43 millones de pobres oficialmente, donde 40% de la comida termina en la basura sin haber sido consumida, según el Consejo de Defensa de Recursos Naturales.
La ciudad de Nueva York decidió este año obligar a grandes empresas detrás de parte del desperdicio de comida, desde supermercados hasta hoteles, a separar sus desechos orgánicos para procesarlos y evitar que vayan a vertederos.
Sin embargo, parece evidente que atenuar este enorme dispendio requiere un cambio cultural profundo.
"Nueva York es un monumento en EE.UU. sobre la basura", me dijo el activista medioambiental Rob Greenfield.


Hace unas semanas, Greenfield se paseó durante un mes por la ciudad cargando en un traje especial transparente la basura que él mismo generaba: llegó a 38 kilos, con desperdicios como vasos de cartón, envases plásticos, cajas de pizza…
Lo hizo buscando llamar la atención sobre el fenómeno, aunque admite que "es algo que no va a cambiar de la noche a la mañana".
Y cuando le conté la pregunta de mi hijo acerca de los pobres en Nueva York, reflexionó: "Hay mucho de ilusión en EE.UU., tenemos cosas que nos hacen parecer felices, nos hacen parecer que nos va bien".
"Pero en varios sentidos", continuó, "tenemos más problemas serios que otros países".